miércoles, 30 de septiembre de 2009

Música Magna: "Black & Silver" de Xandria.

Por cierto teníamos que días habrían de abundancia, y días habrían de fajarse el cinturón. Porque hay un tiempo para sembrar, y un tiempo para cosechar. Y, siendo magro de momento el material con el cual festejar a los lectores del Magnoverso, habránse éstos de conformar con un poco más de material. Mas, que épica no falte aquí, y burla burlando, en aquesta ruta seguimos.



De Xandria, teutónica banda que electrónica y metal sinfónico en su arte combina, este tema es, que por "Black & Silver" mentado es, y al disco "India", en 2005 al público descubierto, pertenece.

lunes, 28 de septiembre de 2009

Música Magna: "Rasiya" de Richa Sharma y Bonnie Chakraborty.

Antigua y gloriosa civilización, hundida en el misterio, también de la épica es la India continente. Y nuevo milagro en fecha reciente han hecho, cual es levantar al margen de todo el comercio cinematográfico planetario, su propio cine, que por Bollywood es conocido. Conocidas por sus números musicales estas películas son, y he aquí un ejemplo:



Por la cantante Richa Sharma, acompañada de Bonnie Chakraborty, esta canción interpretada es, cual es "Rasiya". Pertenece ésta, no lo hemos dicho, mas lo diremos, a la película "El principio: La balada de Mangal Pandey", compuesta que fuera su banda sonora por A. R. Rahman, quien con los servicios de Javed Akhtar en las letras contara

sábado, 26 de septiembre de 2009

Textos Magnos: "En una estación de ferrocarril" de Lafcadio Hearn.


Séptimo día del sexto mes veintiséis de Meiji.

Ayer un telegrama de Fukuoka anunció que un desesperado criminal capturado allí sería traído hoy a Kumamoto para su juicio, en el tren pasado el mediodía. Un policía de Kumamoto había ido a Fukuoka para hacerse cargo del prisionero.

Cuatro años antes un fuerte ladrón había ingresado a algunas casas por la noche en la Calle de los Luchadores, aterrorizando y atando a los ocupantes, llevándose una cantidad de cosas valiosas. Rastreado hábilmente por la policía, fue capturado dentro de las veinticuatro horas, aún antes de que pudiera disponer de su botín. Pero cuando fue llevado a la estación de policía rompió sus ataduras, le arrebató la espada a su captor, lo mató y escapó. No se había oído nada más de él hasta la semana pasada.

Entonces sucedió que un detective de Kumamoto, que se encontraba visitando la prisión de Fukuoka, vio entre los trabajadores una cara que había estado grabada durante cuatro años en su cerebro.

-¿Quién es ese hombre? -le preguntó al guardia.

-Un ladrón -fue la respuesta- registrado aquí como Kusabe.

El detective se acercó al prisionero y dijo:

-Tu nombre no es Kusabe. Nomura Teiichi, se te reclama en Kumamoto por asesinato.

El criminal confesó todo.

Fui con una gran horda de gente a ver la llegada a la estación. Esperaba escuchar y ver ira, temí aún que hubiera violencia. El oficial asesinado había sido muy querido; sus parientes ciertamente estarían entre los espectadores, y una multitud de Kumamoto no es muy amable. También pensé que encontraría muchos policías en servicio. Mis presentimientos estaban errados.

El tren se detuvo en la escena usual de prisa y ruido, corridas y traqueteo de pasajeros usando geta, griterío de niños queriendo vender periódicos japoneses y limonada de Kumamoto. Esperamos afuera de la barrera por aproximadamente cinco minutos. Luego, empujado a través de la puerta por un sargento de policía, apareció el prisionero... un hombre enorme, de apariencia salvaje, con la cabeza gacha y los brazos sujetados en la espalda. Ambos, prisionero y guardia, se detuvieron frente a la portezuela; y la gente se apretujó para ver, pero en silencio. Luego el oficial gritó:

-¡Sugihara-san! ¡Sugihara O-kibi! ¿Está ella presente?

Una pequeña mujer parada cerca de mí, con un niño en sus espaldas, respondió "Hai!" y avanzó a través de la prensa. Esta era la viuda del hombre asesinado; el niño que llevaba era su hijo. Ante una señal de la mano del oficial la multitud retrocedió, para dejar un espacio para el prisionero y su escolta. En ese espacio se paró la mujer con el niño enfrentándose al asesino. El silencio era mortal.

Luego el oficial habló, no a la mujer, sino únicamente al niño. Habló bajo, pero tan claramente que yo pude captar cada sílaba:

-Pequeño, este es el hombre que mató a tu padre hace cuatro años. Tú no habías nacido aún; estabas en el vientre de tu madre. Que no tengas ahora un padre que te ame es obra de este hombre. Míralo -aquí el oficial, poniendo una mano en la barbilla del prisionero, lo forzó duramente a levantar la vista- ¡míralo bien! No tengas miedo. Es doloroso; pero es tu deber. ¡Míralo!

Sobre la espalda de la madre el niño observó con los ojos muy abiertos, como con temor, luego empezó a sollozar: luego sobrevinieron lágrimas; pero firme y obedientemente miró, miró, miró derecho en la cara acobardada.

La multitud pareció haber dejado de respirar.

Vi que las facciones del prisionero se distorsionaban; lo vi caer súbitamente sobre sus rodillas a pesar de sus grilletes, y golpear duramente su rostro contra el polvo, gritando apasionadamente con remordimiento haciendo que el corazón de uno se sacudiera:

-¡Perdón! ¡Perdón! ¡Perdóname, pequeño! Lo que hice, no lo hice por odio; sino únicamente por el miedo loco, en mi deseo por escapar. He sido muy, muy malvado; ¡te he causado un mal abominable! Pero ahora por mi pecado voy a morir. ¡Deseo morir; me alegro de morir! Entonces, pequeño, ¡sé piadoso! ¡Perdóname!

El niño aún lloraba silenciosamente. El oficial levantó al tembloroso criminal: la multitud muda se dividió a izquierda y derecha para permitirles el paso. Entonces, bastante súbitamente, la multitud entera comenzó a sollozar. Y mientras el guardián bronceado pasaba, vi lo que nunca antes había visto -lo que pocos hombres han visto jamás- lo que probablemente nunca más vuelva a ver otra vez: las lágrimas de un policía japonés.

La multitud retrocedió, y me dejó asombrado sobre la extraña moralidad del espectáculo. Aquí había justicia inquebrantable aunque compasiva, forzando el reconocimiento de un crimen mediante el patético testimonio de su resultado más simple. Aquí había remordimiento desesperado, rogando únicamente por perdón antes de morir. Y aquí había un populacho -probablemente el más peligroso en el imperio cuando se enoja- comprendiéndolo todo, tocado por todos, satisfecho con la contrición y la vergüenza, y lleno, no con furia, sino solo con el gran pesar del pecado, a través de la simple y profunda experiencia de las dificultades de la vida y la debilidad de la naturaleza humana.

Pero el más significativo, porque es el más oriental, hecho del episodio fue que apelar al remordimiento había sido hecho a través del sentido de paternidad del criminal, aquel amor potencial por los niños que es una parte tan grande del alma de todo japonés.

Hay una historia de que el más famoso de los ladrones japoneses, Ishikawa Goemon, entrando una noche a una casa para matar y robar, fue encantado por la sonrisa de un bebé que extendía sus brazos hacia él, y que permaneció jugando con la pequeña criatura hasta que toda posibilidad de llevar a cabo su propósito se perdió.

Esta historia no es difícil de creer. Cada año los registros de la policía hablan de la compasión demostrada hacia los niños por profesionales criminales. Algunos meses atrás se reportó en los periódicos locales un terrible caso de asesinato, la masacre de una familia por ladrones. Siete personas fueron literalmente cortadas en pedazos mientras dormían, pero la policía descubrió un niño pequeño completamente intacto, llorando solo en un charco de sangre; y encontraron evidencia inconfundible de que los asesinos habían tenido gran cuidado en no herir al niño.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

"1000 Fires" de Traci Lords.


Verdad noble de la vida es que la épica versa sobre lo increíble, sobre lo singular, sobre lo que rompe esquemas y moldes, toda vez que tales cosas difíciles o tardas de encontrar son. Banales y corrientes son las vidas de casi toda la gente, y por tales motivos, el componente épico está en las grandes personalidades, las que rompen moldes y esquemas, las que van un paso más allá. Entre tales contingentes, con Traci Lords hemos de contar, toda vez que, si bien del porno fue estrella, no es menor que lo haya sido en la categoría infantil, contrariando todas las leyes sobre el tema vigentes, para después, cuando arruinada y terminada su vida parecía, en cantante y actriz de serie B hubo de reconvertirse. Mas, no es sobre la vida de esta peculiar criatura que hemos de hablar, sino sobre uno de sus hitos, cual fue el lanzamiento de su disco “1000 Fires”, en el año 1995.


Cinco años habían desde que, pasando a la mayoría de edad, filtrárase el rumor de que, no habiendo alcanzado la edad del consentimiento, material pornográfico había rodado. Acabada parecía su carrera, mas ella, dándose maña, alguna participación tenido había en materias musicales. Y, ni corta ni perezosa, dióse entonces a la tarea de invadir el campo musical sacando su propio disco de canciones. El resultado es, habránlo adivinado vosotros, el mencionado “1000 Fires”.


Pasado podría este disco como un CD de discoteca cualquiera, mas Traci Lords, con sagacidad, dióse en asesorar por Juno Reactor, que a la sazón alzábase en popularidad en el ambiente del techno, del trance, del rave y del goa, y por Mike Edwards, que hacía lo propio para una banda llamada Jesus Jones, de claramente más industriales tintes en su música. Frutos abundantes dio esta colaboración, y si bien en la electrónica de los noventas encasillado, “1000 Fires” tiene un sabor propio. Sobre estos temas, si bien Traci Lords una gran voz no posee, o al menos bien no luce, con sobras compensa tales pequeñas falencias con mucha pasión, adrenalina e incluso sentimiento, rara piedra de toque ésta en la frialdad general de la música electrónica.


Dos singles de este disco salieron, ambos con su correspondiente videoclip. Primero de ellos es “Control”, que en versión instrumental, señalado fue esto acá con anterioridad, en la banda sonora de “Mortal Kombat” utilizado fuera. A este adrenérgico tema siguió “Fallen Angel”, que siendo más lento e intimista, con la escena alternativa de su tiempo bien conectaba. Ambos videoclips grabados fueron con una estética propia de los ingenios de su clase en la época, en particular el segundo, con colores chillones y maquillaje recargado.


Mas, no sólo como obra musical, sea que buena, sea que mala, hemos de ver a “1000 Fires”, porque de apercibirnos hemos, que no otra cosa Traci Lords podría haber grabado, a saber, un disco en que por un lado exhíbese como una depredadora sexual, que tal cosa es el tema “Control” y en menor medida “Fallen Angel”, para luego dar paso a canciones más intimistas y dejar de lado la rebeldía, para dejarnos vera fragilidad entrever aquí. Criatura alienada de todas partes, abusada de niña y joven, actriz pornográfica a una edad en que ni por leyes ni por psicología debía serlo, con una carrera y una vida entera terminadas con dieciocho mayos apenas, buscando su propio lugar en un mundo que como pasada de moda la miraba, el disco es casi un alarido personal sin perder la compostura, una rara alquimia de luchadora con mujer contemplativa. Cabe pensar, claro está, que ante otra de las caras de Traci Lords habemos de topar, y en qué llamarse a error, ella maestra en engaños lo fue apenas empinándose en la pretendida inocencia de la juventud, mas si tal fuere el caso, queda un disco que, ora lo consideremos música bailable, ora lo consideremos un manifiesto personal, es ante todo el retrato de una mujer de múltiples dimensiones que por vencido nunca se da. Y de tales materias está compuesta la épica.


ALIENTO…

…COSMOLÓGICO. 4 de 7. No es un disco de canciones cosmológicas ni filosóficas, desde luego, pero por temas como “Good-N-Evil” o “Outlaw Lover”, merece un puntito de bonus.

…AVENTURERO. 4 de 7. Por algo la versión instrumental del tema “Control” fue utilizado en el soundtrack de “Mortal Kombat”. Y le daríamos más, pero tiene demasiados temas tranquilos, que podrán ser buenos, pero definitivamente no son épicos.

…EXÓTICO. 3 de 7. Por el ambiente un tanto extraño que se consigue en “Good-N-Evil”, más que nada.

…MAQUIAVÉLICO. 3 de 7. No puede ser llamado un disco maquiavélico… Salvo por ese cántico contra su padre abusivo que es “Father’s Field”.

…PASIONAL. 5 de 7. ¿Conseguir pasión con un CD bailable de discoteca? Este lo consigue: ganas de golpear en “Control”, sordidez en “Fallen Angel”, inquietud en “Good-N-Evil”, y un aire impulsivo en “Outlaw Lover”.

…TÉTRICO. 3 de 7. Más que nada por “Good-N-Evil”, que de verdad suena como una canción en que se estuvieran enfrentando el bien y el mal, sin necesidad de recurrir al cliché de los coros góticos ni las orquestaciones ampulosas.

…FILOSÓFICO. 3 de 7. A diferencia de otros discos meramente bailables, éste sí que a veces se adentra en temas un poquito más espinudos que de costumbre (bien versus mal, abuso paterno, algo de crítica social…). Vale por eso.

PUNTAJE TOTAL: 51 PUNTOS EN LA ESCALA MAGNUS.

domingo, 13 de septiembre de 2009

Música Magna: "Os Senhores da Guerra" de Madredeus.

¿Sólo en alegres cánticos germánicos o paganos, pensáis vosotros, la épica posible de encontrar es? Os equivocáis rotundamente, porque, habréis de saber, amplios son los dominios de la épica, y a muchos lugares alcanzan sus múltiples gestas y sagas. He aquí que, de recrearnos hemos, a Madredeus escuchando, con su tema "Os Senhores da Guerra" llamado.



Publicado fue este tema, en el disco "O Espírito da Paz", en 1994 lanzado por esta banda portuguesa. Mas, conocido este tema por los metaleros es, gracias a una segunda versión, por sus coterráneos de Moonspell confeccionado.

jueves, 10 de septiembre de 2009

Popol Vuh 20: Las Mansiones de Xibalbá.


CAPÍTULO ANTERIOR DEL "POPOL VUH".

Entraron en seguida en la Mansión del Frío. Incalculable el frío. Denso el granizo menudo en la Mansión, casa del frío. El frío cesó prontamente por la Magia de los nietos, el frío fue destruido por los engendrados. No murieron; vivían al alba; Xibalbá deseaba sin embargo que muriesen, pero esto no sucedió y buenos estaban sus rostros cuando llegó el alba. Salieron cuando sus vigilantes fueron a llamarlos. "¡Como! ¡No han muerto!", dijo el gobierno de Xibalbá, maravillándose de las acciones de los engendrados Maestro Mago, Brujito.

Entraron después en la Mansión de los Jaguares. Muchos jaguares en la casa: "No nos mordáis, somos de los vuestros", dijeron a los jaguares. Arrojaron en seguida huesos ante los animales, quienes inmediatamente pulverizaron los huesos. "Al fin, ya están pues acabados, sus corazones son comidos, al fin se han entregado; he aquí que son molidos sus huesos", decían los veladores, regocijándose todos en sus corazones. Pero ellos no habían muerto; de nuevo buenos estaban sus rostros. Salieron de la Mansión de los Jaguares. "¿De qué naturaleza son? ¿De dónde vienen?", dijeron todos los Xibalbá.

Entraron después en el fuego, en una Mansión de Fuego. Solamente fuego en el interior. No fueron quemados por él, aunque asase, aunque ardiese. También [estaban] buenos sus rostros cuando vino el alba. Sin embargo, mucho se deseaba que muriesen allá por donde pasaban todavía; esto no sucedió, y por eso desfalleció el corazón de Xibalbá. Entraron después en la Mansión de los Murciélagos. Solamente murciélagos en la mansión, una Mansión de los Murciélagos de la Muerte, grandes animales que tenían el mismo aparato mortal que Punta Victoriosa, acabando al instante a aquellos [que llegaban] ante sus fauces. Estuvieron allá adentro, pero durmieron en sus cerbatanas; no fueron mordidos por los dientes que estaban en la Mansión. Se entregaron en seguida, pero a un Murciélago de la Muerte que vino del cielo a manifestarles lo qué debían hacer. Los murciélagos se interrogaron, celebraron consejo una noche, aleteando. "Brujo Abatido, Brujo Abatido", decían lo dijeron una noche: cesaron sin embargo un poco. Los murciélagos no se balancearon ya más, permanecieron en una punta de las cerbatanas. Brujito dijo entonces a Maestro Mago: "El alba blanquea. Mira", "Quizás blanquea. Voy a mirar", respondió. Cuando quiso mirar desde la boca de la cerbatana, cuando quiso, ver salir el alba, al instante su cabeza fue cortada por Murciélago de la Muerte, y la grandeza de Maestro Mago permaneció débil. Brujito preguntó de nuevo: "¿No alborea?", pero Maestro Mago no se volvió. "¿Habrá partido Maestro Mago? ¿Cómo hiciste eso?". Pero [Maestro Mago] no se volvía, estaba solamente extendido allí. Entonces Brujito tuvo vergüenza. "¡Ay! vencidos estamos", dijo. En seguida colocóse la cabeza del Maestro Mago en el juego de pelota, cumpliendo la palabra de Supremo Muerto, Principal Muerto. Todo Xibalbá se regocijó a causa de la cabeza de Maestro Mago.

CAPÍTULO SIGUIENTE DEL "POPOL VUH" (PRÓXIMAMENTE).
INDICE COMPLETO DEL "POPOL VUH".

Popol Vuh 19: El juego de pelota en Xibalbá.


CAPÍTULO ANTERIOR DEL "POPOL VUH".

Ésa era la primera prueba de Xibalbá. Entonces, en el espíritu de Xibalbá, desde la entrada comenzaban su derrota. Primeramente entraron en la Mansión Tenebrosa. Se fue en seguida a darles sus pinos encendidos; entonces fue entregado a cada uno su tabaco por los mensajeros de Supremo Muerto. "El jefe dice: "He aquí los pinos. Al alba devolverán sus pinos y sus tabacos; los devolverán intactos"; así dice el jefe", dijeron al llegar los mensajeros. "Muy bien", se respondió. En realidad ellos no encendieron sus pinos, sino que pusieron en su lugar algo rojo; fue una cola de guacamayo lo que vieron, semejante a pinos [encendidos], los veladores. Pusieron sobre su tabaco solamente bestezuelas de fuego. Alumbraron con aquello una noche. "Están vencidos", dijeron los veladores. Pero sus pinos no estaban acabados, [tenían] el mismo aspecto, y su tabaco, que no habían encendido, la misma forma; fuese a darlos a los jefes. "¿Cómo han hecho? ¿De dónde vienen esos Varones? ¿Quién los llevó, quién los engendró? Verdaderamente nuestro corazón arde por esto. No está bien lo que nos hacen. Extraños [son] sus rostros, extraños sus seres", se dijeron entre sí.

Entonces todos los jefes los hicieron llamar: "Vamos, juguemos a la pelota, oh engendrados", dijeron. Entonces Supremo Muerto, Principal Muerto, los interrogaron: "Oh vosotros, ¿de dónde venís? Contádnoslo todo, oh engendrados", les dijeron los Xibalbá. "¿De dónde venimos? No sabemos", respondieron ellos sin responder nada más. "Bien. Lancemos pues nuestra pelota, oh engendrados", les dijeron los Xibalbá. Ellos respondieron: "Bien. No usarnos sino nuestra pelota, la de nosotros". Los Xibalbá dijeron: "No usaréis la de vosotros, sino la de nosotros". Los engendrados dijeron: "No es ésa, es la nuestra la que usaremos". "Muy bien", dijeron los Xibalbá. Los engendrados dijeron: "Id solamente por un Chil". Los Xibalbá dijeron: "No, sino una cabeza de puma". "Está dicho", dijeron los engendrados. "No", dijeron los Xibalbá. "Muy bien", dijo Maestro Mago. Cuando el juego fue comenzado por los Xibalbá, éstos enviaron [la pelota] ante el anillo de Maestro Mago. En seguida, mientras que los Xibalbá miraban su lanzamiento de juego, la pelota se lanzó, se fue botando por todas partes en el suelo del juego de pelota. "¿Qué, pues?", dijeron Maestro Mago, Brujito. "Queréis pues que muramos. ¿No habéis enviado [a decir] que viniésemos aquí? ¿Vuestros mensajeros no vinieron? En verdad, tened piedad de nuestros rostros. Pero nos vamos", dijeron los engendrados. He aquí lo que [Xibalbá] deseaba para los engendrados: que muriesen pronto en el juego de pelota, que fuesen vencidos. [No fue] así, sino que los Xibalbá fueron vencidos por los engendrados. "No partáis, oh engendrados. Juguemos a la pelota; admitimos la vuestra", se [les] dijo a los engendrados. "Muy bien", respondieron éstos [y] después lanzaron su pelota. Entonces cesó el juego de pelota. En seguida apreciaron sus derrotas. "¿Cómo los venceremos?", dijeron los Xibalbá. "Partid pues en seguida", se [les] dijo a los engendrados. "Cogednos cuatro jarrones de flores", dijeron los Xibalbá. "Perfectamente. ¿Cuáles flores?", dijeron a los Xibalbá los engendrados. "Un ramo de rojas Crotalarias, un ramo de blancas Crotalarias, un ramo de amarillas Crotalarias, un ramo de Grandes Peces", dijeron los Xibalbá. "Muy bien", respondieron los engendrados. Entonces descendieron las flechas [que los guardaban; todas iguales en fuerza; numerosas las flechas [que guardaban] a aquellos engendrados; pero buenos los corazones de éstos cuando se dieron a aquellos que debían vencer a los engendrados. Los Xibalbá se regocijaban ya de que éstos serían vencidos. "Obramos bien. Desde luego serán vencidos", decían los Xibalbá. "¿Adonde iréis a coger las flores?", decían en su pensamiento. "En verdad esta noche nos daréis las flores. Venceremos ahora", dijeron los Xibalbá a los engendrados Maestro Mago, Brujito. "Muy bien". "Esta noche jugaremos también a la pelota", dijeron despidiéndose de ellos.

Cuando los engendrados entraron después en la Mansión de Obsidiana, la segunda prueba de Xibalbá, [los jefes] habían ordenado que fuesen atravesados de parte a parte por las flechas; que esto sucediera prontamente [estaba] en sus corazones: que muriesen [estaba] en sus corazones; pero no murieron. [Los engendrados] hablaron entonces a las flechas, les mandaron entonces: "He aquí. Para vosotros [serán] todas las carnes de animales", dijeron a las flechas; éstas no se movieron ya más, todas las flechas se inclinaron. Estuvieron ellos así [toda] la noche en la Mansión de Obsidiana. En seguida llamaron a todas las hormigas. "Hormigas-Obsidianas. Hormigas Zampopos venid, id todas, id a tomar todas las clases de flores que pidieron los jefes". "Muy bien", respondieron ellas. Todas las hormigas fueron a coger las flores del jardín de Supremo Muerto. Ya éstos habían ordenado a los Vigilantes de las flores de Xibalbá: "Oh vosotros que vigiláis nuestras flores, no las dejéis robar por esos engendrados [a los] que venceremos. ¿Adonde irían ellos a ver en otra parte las [flores] que les hemos ordenado? No hay. Velad esta noche". "Muy bien", respondieron. Pero los vigilantes del jardín no oyeron [a las Hormigas]. En vano gritaban entre las ramas de los árboles del jardín, con los mismos cantos y palabras: "Se ha entrado en lo negro, se ha entrado en lo negro", decía el uno cantando].

"Sobremos montes, sobre los montes", decía [el otro] cantando. Sobres los Montes, nombre de los dos Vigilantes del jardín de Supremo Muerto, Principal Muerto. Pero no supieron que las hormigas robaban lo que ellos guardaban. Iban por filas, cortando los arriates de flores, caminando con aquellas flores que llevaban con sus pinzas, sobre los árboles, aquellas flores olorosas, bajo los árboles. Sin embargo, los Vigilantes gritaban a voz en cuello, sin saber que unas pinzas aserraban sus colas, aserraban sus alas. Era una cosecha de flores la que cortaban las pinzas, de perfumes, la que transportaban las pinzas. Apresuradamente se llenaron los cuatro jarrones de flores y estaban llenos al alba. Los mensajeros fueron en seguida a llamarlos: "Que vengan, dice el jefe, que traigan inmediatamente aquello de que hemos hablado", dijeron a los engendrados. "Muy bien", dijeron éstos. Tenían los cuatro jarrones llenos de flores, cuando se presentaron ante los rostros del jefe, de los jefes; éstos tomaron las flores, agradables de ver. Así fue vencido Xibalbá. Los engendrados no habían enviado sino hormigas. En una sola noche, las hormigas habían cogido las flores, las habían dado | a los engendrados] en los jarrones. Entonces todos los Xibalbá palidecieron; a causa de aquellas flores sus rostros emblanquecieron. Al instante enviaron a buscar a los Vigilantes de las flores. "¿Por qué dejasteis robar nuestras flores? ¡He aquí que vemos aquí nuestras flores!", dijeron a los Vigilantes. "Nosotros no supimos nada, oh jefes. Nuestras colas sufrieron", respondieron ellos. Entonces se laceraron sus bocas, en pago del robo de lo que vigilaban. Así Supremo Muerto, Principal Muerto, fueron vencidos por Maestro Mago. Brujito; [éste fue] el comienzo de sus acciones. Desde entonces los "Se ha entrado en lo negro" tienen la boca hendida; ahora está hendida. Después de esto se descendió a jugar a la pelota. Todos juntos pelotearon. Entonces se previnieron para el alba; así dijo Xibalbá. "Muy bien", respondieron finalmente los engendrados.

CAPÍTULO SIGUIENTE DEL "POPOL VUH".
INDICE COMPLETO DEL "POPOL VUH".

Popol Vuh 18: Comienza el enfrentamiento contra Xibalbá.


CAPÍTULO ANTERIOR DEL "POPOL VUH".

Entonces caminaron, cada uno con su cerbatana. Descendieron hacia Xibalbá. Descendieron aprisa la pendiente rápida y pasaron los ríos encantados de los barrancos; los pasaron entre pájaros; son los pájaros llamados Congregados. Pasaron el río Absceso, el río Sangre, en donde, en el espíritu de los Xibalbá, debían ser vencidos; no los pasaron sino sobre sus certabanas. Salidos de allí, llegaron a la encrucijada de los Cuatro Caminos. Ahora bien, ellos conocían los caminos de Xibalbá: el camino negro, el camino blanco, el camino rojo, el camino verde. Por tanto, desde allí enviaron a un animal llamado Mosquito; éste debía recoger las noticias que ellos le enviaban a buscar: "Pica a cada uno de ellos. Muerde primeramente al [que esté] sentado primero, [y] después, acaba por picarlos a todos. Tu alimento será chupar en los caminos la sangre humana", fue dicho a Mosquito. "Muy bien", respondió Mosquito. Entonces entró por el camino negro. Llegó junto al maniquí, al [muñeco] labrado en madera, los primeros sentados, engalanados. Picó al primero, que no habló. Picó al otro, picó al segundo sentado, que no habló. Picó al tercero; el tercero era Supremo Muerto. "¡Ay! ¡Ay!", dijo Supremo [Muerto] cuando fue picado. "¿Qué, Supremo Muerto, quién os picó?", le dijo Principal Muerto. "No sé", respondió Supremo Muerto. "¡Ay!" dijo el cuarto sentado. "¿Qué, Principal Muerto, quién os picó?", dijo el quinto sentado. "¡Ay! ¡Ay!", dijo. Extiende Tullidos. Principal Muerto le dijo: "¿Quién os picó?". Picado, el sexto dijo: "¡Ay!". "¿Qué, Reúne Sangre?", le dijo Extiende Tullidos. "¿Quién os picó?", dijo el séptimo, que entonces fue picado. "¡Ay!", dijo. "¿Qué, El del Absceso?", le dijo Reúne Sangre. "¿Quién os picó?", dijo el octavo sentado que fue entonces picado. "¡Ay!" dijo. "¿Qué, El de la Ictericia?", le dijo el del Absceso. "¿Quién os picó?", le dijo el noveno sentado que entonces fue picado. "¡Ay!", dijo. "¿Qué, Varilla de Hueso?", le dijo el de la Ictericia. "¿Quién os picó?", le dijo el décimo sentado, que fue entonces picado. "¡Ay!" "¿Qué, Varilla de Cráneos?", le dijo Varilla de Huesos. "¿Quién os picó?", dijo el undécimo sentado, que fue entonces picado. "¡Ay!", dijo. "¿Qué?", le dijo Varilla de Cráneos. "¿Quién os picó?", dijo el duodécimo sentado, que fue entonces picado: "¡Ay!", dijo. "¿Qué, Opresión?", le fue dicho. "¿Quién os picó?", dijo el decimotercero sentado que fue entonces picado. "¡Ay!". "¿Qué. Gavilán de Sangre?", le dijo Opresión. "¿Quién os picó?", dijo el decimocuarto sentado que fue entonces picado. "¡Ay!". "¿Quién os picó. Garras Sangrientas?", le dijo Dientes Sangrientos. Así fueron nombrados sus nombres; todos se nombraron el uno al otro; así, manifestaron sus rostros; al nombrar sus nombres, siendo nombrado cada uno de los capitanes por el otro; el nombre de uno, sentado en el rincón, fue dicho. [No hubo] ninguno cuyo nombre se omitiera. Se acabó de nombrar todos sus nombres cuando fueron picados por el pelo de la faz de la rodilla de Maestro Mago; en realidad no era un mosquito quien les había picado, quien había ido a escuchar todos sus nombres para Maestro Mago, Brujito.

En seguida, éstos caminaron, llegaron adonde estaban los de Xibalbá. "Saludad a los jefes", se [les] dijo; "ésos sentados", [les] dijo un tentador. "Ésos no son los jefes, sino un maniquí, un muñeco de madera", dijeron ellos avanzando. Entonces saludaron: "Salud, Supremo Muerto. Salud, Principal Muerto. Salud, Extiende Tullido. Salud. Reúne Sangre. Salud, El del Absceso. Salud El de la Ictericia. Salud, Varilla de Huesos. Salud, Varilla de Cráneos. Salud. Gavilán de Sangre. Salud, Dientes Sangrientos. Salud. Garras Sangrientas", dijeron al avanzar. De todos descubrieron los rostros, nombraron todos sus nombres; no hubo ni un nombre omitido. [Los Xibalbá] hubieran querido que sus nombres no fuesen descubiertos por ellos. "Sentaos", les dijeron, deseando que se pusiesen sobre un banco, pero [los engendrados] no quisieron. "Ése no es nuestro banco sino un banco de piedra quemante" dijeron, invictos. Maestro Mago. Brujito. "Muy bien. Id a vuestra morada", se les dijo. Entonces invictos, entraron en la Mansión Tenebrosa.

CAPÍTULO SIGUIENTE DEL "POPOL VUH".
INDICE COMPLETO DEL "POPOL VUH".

Popol Vuh 17: La nueva llamada de Xibalbá.


CAPÍTULO ANTERIOR DEL "POPOL VUH".

Ahora bien, ellos se regocijaron de ir a pelotear en el juego de pelota. Fueron lejos a jugar solos; barrieron el juego de pelota de su padre. Entonces los jefes de Xibalbá los oyeron. "¿Quiénes son esos que comienzan ahora a jugar sobre nuestras cabezas, que no se avergüenzan de hacer temblar la tierra? Supremo Maestro Mago, Principal Maestro Mago, que quisieron enorgullecerse ante nuestros rostros, ¿no están muertos? Que se vaya, pues, a llamar a ésos", dijeron Supremo Muerto, Principal Muerto, a todos los jefes. Enviaron. Dijeron a sus mensajeros: "Id a decirles: «que vengan», dicen los jefes. «Aquí queremos pelotear con ellos; dentro de siete días jugaremos», dicen los jefes. Id a decirles eso", fue repetido a los mensajeros. Éstos tomaron el gran camino que los engendrados habían desmontado hasta su casa, recto hasta su casa; por él los mensajeros llegaron directamente hasta [donde estaba] la abuela, [los engendrados] comían [en el juego de pelota] cuando llegaron los mensajeros de Xibalbá.

"En verdad, que vengan, dicen los jefes", dijeron los mensajeros de Xibalbá. Entonces los mensajeros de Xibalbá indicaron el día de la venida [de los engendrados]. "Dentro de siete días se les esperará", dijeron a Antigua Ocultadora los enviados. "Muy bien. Allí estarán, oh mensajeros", respondió la abuela. Y los enviados se pusieron en camino y regresaron [a Xibalbá].

Entonces se angustió el corazón de la abuela: "¿A quién enviaría yo para hablar a mis nietos? En verdad, ¿no es así como antaño vinieron los mensajeros a coger a sus padres?", dijo tristemente la abuela entrando sola en la casa. Al instante por debajo [de su vestido] cayó un Piojo. Ella lo asió, lo levantó, lo puso en su mano en donde el piojo se movió, anduvo. "Oh nieto mío, ¿quieres que te envíe al juego de pelota para llamar a mis nietos?", le dijo al piojo. "Unos mensajeros han venido como heraldos a decir a vuestra abuela: «Que se preparen y que dentro de siete días vengan»; [así] han dicho los mensajeros de Xibalbá. Así dice vuestra abuela", le dijo al piojo. Entonces éste caminó, se apresuró. Ahora, pues, sentado en el camino, [encontró a] un engendrado llamado Batracio, un sapo. "¿Adonde vas?", le dijo el sapo al piojo. "Mi palabra está en mi vientre; voy hacia [donde están] los jóvenes", dijo el piojo a Batracio. "Muy bien. No te apresuras, por lo que veo", fue dicho al piojo por el sapo. "¿Quieres que te trague? Verás cómo me apresuro. Llegaremos al instante". "Muy bien", dijo el piojo al sapo, e inmediatamente fue tragado por el sapo. Ahora bien, el sapo anduvo largo tiempo, caminando sin darse prisa; después encontró a una gran serpiente llamada Blanca Víbora. "¿Adonde vas, oh Batracio, oh engendrado?", dijo Blanca Víbora al sapo. "Soy un mensajero; mi Palabra está en mi vientre", dijo el sapo a la serpiente. "Por lo que veo, no te apresuras. ¿Iré yo más aprisa?", dijo la serpiente al sapo. "Ven aquí aprisa", añadió; entonces el sapo fue tragado por Blanca Víbora. Desde entonces las serpientes toman [al sapo] como alimento; se comen ahora a los sapos. La serpiente caminaba, corría. La serpiente fue encontrada por el Gavilán, gran ave; al instante la serpiente fue tragada por el gavilán, quien poco después llegó a lo alto del juego de pelota. Desde entonces el gavilán tomó por alimento, se comió a las serpientes en las montañas. Al llegar, el gavilán se posó en el reborde del [edificio] del juego de pelota en donde se divertían en pelotear Maestro Mago, Brujito. Al posarse el gavilán gritó: "¡Gavilán! ¡Gavilán!"; su grito dijo: "Gavilán". "¿Qué es ese grito? ¡Pronto, nuestras cerbatanas", dijeron [los engendrados], [y] después dispararon con las cerbatanas al gavilán, le enviaron en los ojos el hueso de la cerbatana; al instante dio una vuelta sobre sí mismo y cayó. Corrieron inmediatamente a cogerlo. | y] después lo interrogaron: "¿Por qué vienes?", le dijeron al gavilán. "Mi mensaje está en mi vientre, pero primero curad mis ojos [y] después os lo diré", dijo el gavilán. "Muy bien", dijeron ellos. Tomaron un poco de la pelota de su juego de pelota y lo aplicaron sobre la faz del gavilán. Esto fue llamado Remedio-Pelota por ellos. Al instante con eso curaron bien la faz del gavilán. "Habla ahora", le dijeron al gavilán. Entonces él vomitó a la gran serpiente. "Habla", le dijeron a la serpiente. "Sí", dijo ésta, y entonces vomitó al sapo. "¿Dónde está el mensaje anunciado?", le dijeron al sapo. "En mi vientre está mi Palabra", dijo el sapo. Entonces trató [de vomitar], hizo esfuerzos, pero no vomitó; la tentativa solamente cubrió de baba su boca, sin vomitar. Los engendrados quisieron entonces maltratarlo. "Eres un engañador", dijeron pateándole el trasero : entonces los huesos de su trasero descendieron sobre sus piernas. Probó otra vez; solamente baba ensució su boca. Entonces abrieron la boca del sapo; fue abierta | su boca] por los engendrados; buscaron en su boca; ahora bien, el piojo estaba junto a los dientes del sapo; estaba en su boca. No se lo había tragado: solamente como si se lo hubiera tragado. Así fue vencido el sapo; no se conoce la clase de alimentos que le fue dada; no corre; no es sino carne para serpientes. "Habla", fue dicho entonces al piojo. Él contó su mensaje. "Oh engendrado, vuestra abuela ha dicho esto: «Ve a llamarlos. De Xibalbá han venido a llamarlos los mensajeros de Supremo Muerto, Principal Muerto. —Que vengan aquí a pelotear con nosotros dentro de siete días; que vengan también sus accesorios de juego; pelota, anillos, guantes, escudos de cuero; que aquí se vivifiquen sus rostros, dicen los jefes. En verdad, ellos han venido», dice vuestra abuela. Entonces yo he venido. Vuestra abuela ha dicho eso verdaderamente. Vuestra abuela llora, gime. Yo he venido". "¿Es verdad esto?", dijeron en sus corazones los engendrados, al escucharlo. Al instante caminaron, llegaron junto a su abuela, solamente para despedirse de su abuela, para partir. "Oh abuela nuestra, partimos, nos despedimos de vos. He aquí que dejamos el signo de nuestra Palabra. Cada uno plantamos aquí una caña; las plantamos en medio de la casa. Si se secan, signo será de nuestra muerte. «Han muerto», diréis si se secan. Si echan yemas diréis: «Viven». Oh abuela nuestra, oh madre nuestra, no lloréis. He aquí el signo de nuestra Palabra que queda junto a vosotras", dijeron. Partieron, luego que Maestro Mago hubo plantado una [caña], [y que] Brujito hubo plantado una [caña]. Las plantaron, no en las montañas, no en una tierra verdeante, sino en una tierra seca, en medio de la casa en donde las dejaron plantadas.

CAPÍTULO SIGUIENTE DEL "POPOL VUH".
INDICE COMPLETO DEL "POPOL VUH".

sábado, 5 de septiembre de 2009

"La Segunda Enciclopedia de Tlön" de Sergio Meier.


Pareciera ser, para orgullo de las naciones anglosajonas y oprobio de las hispánicas, que como flor natural diérase en las primeras y como artificioso encaje en las segundas, el arte de escribir lo fantástico. Mas, no queriendo nuestra voluntad hacer sociología de esto, no habremos de abundar en razones tales que gentes más eruditas e iluminadas que nos, no han podido desentrañar, sino referirnos a una de esas obras, cual es “La Segunda Enciclopedia de Tlön” de Sergio Meier, voluntariosa novela de autor chileno que, negándose a su destino nacionalista de teñir de realismo sus telones literarios, en fantasía pura mútase su arte, buscando convertirse, cual Alonso de Ercilla del siglo XXI, en el cronista épico del Chile moderno e infectado de la cultura de la Ciencia Ficción.


Permítame el lector que le haga humilde petición de refrenar su impaciencia, para así disertar sobre la persona de Sergio Meier, antes de sobre la opus magna misma tratar. Porque, si extraño es el libro que ha sido fruto de su ingenio, peregrina debía ser por ende la persona que lo dio a luz. Nacido fue Sergio Meier en la ciudad de Quillota, soñolienta y provinciana, y en la penumbra de todos los grandes movimientos literarios de su Patria crióse. Porque, a la misma generación de Alberto Fuguet, Gonzalo Rojas, Ana María del Río y otros próceres de la Nueva Narrativa llamada perteneciendo, poco en común comparte con ellos, como no sea ese delicado laissez-faire de que la cultura, lejos de ser aherrojada en el corset de la provocación ideológica y del tradicionalismo provinciano, ha de ser un mundo bullente y cosmopolita en donde todas las influencias estén autorizadas, permeando así el alma de los escritores y fecundando su magín, si el arcaísmo se me permite. Y mientras dicha Nueva Narrativa en algo obsoleto y sin época transformábase, en dirección opuesta Sergio Meier crecía, no buscando hablar del aquí y del ahora, mas del everywhere y del everytime (¡cuán evocadores, términos ingleses para los cuales parangón en el castellano cervantino no hay!) hacer el foco de su obra, de sus estudios y de su pluma. Abocóse entonces a una producción literaria que, hemos de convenir, escuálida en resultados es, si hemos de tomar la cantidad por medida fundamental, toda vez que dos obras publicadas en apenas veinte años nos ha legado, antes de prematuramente fallecer en fecha reciente, a la hora de referir tales eventos en las presentes líneas. Y la segunda de sus obras, “La segunda Enciclopedia de Tlön” es.


Con la presentación de diversos personajes, principiada esta novela es. Ora que sigamos al capitán Jorlas persiguiendo una vasija runneana, ora que acompañemos a Alex el Trazante y su amiga Escolástica tras el rastro de la desvanecida Rea, ora que atisbemos sobre el hombro de Segrelles y su puesto de alto poder en un imperio alquimístico, ora que estudiemos a los runneanos, chinesca civilización construida por salamandras, ora que nos entremezclemos con los Alquimistas de la Matriz, en la muy chilena Quillota escondidos, ora que a las I.A. nos apliquemos, las Inteligencias Artificiales con sus propios y aviesos designios, ora que, en fin, demos un paseo con Isaac Newton, el cyborg enloquecido, pronto habremos de descubrir que todos ellos confluirán en un único destino. Porque no es otra sino la búsqueda de las evanescentes hebras de la realidad, lo que a todos mueve por universos dentro de universos dentro de universos. ¡Grande ambición, la muy humana esperanza de llegar algún día a controlar la realidad, a transmutarla en la materia de nuestros sueños! Tales locos desvaríos mueven a los personajes, en grande apuesta trenzados, persiguiéndose unos a otros, investigándose y reencontrándose hasta enhebrar sus caminos en un único tejido, y rasgando finalmente el velo de las apariencias hasta descubrir la quintaesencia misma de lo real.


Mas, y he aquí que, ¡a glorioso castillo de naipes nuestra morada hemos confiado!, nuestras esperanzas de bote en bote naufragan. Porque es bien conocida ley universal que, siendo ceñuda la ambición, grande ha de ser la recompensa, o de poco tanto la empresa como sus desvelos acabarán valiendo. Valiente opción es la de Sergio Meier, haber elegido la novela, cuando en verdad sus conjeturas y asuntos más aire de tratado filosófico inspiraban. Porque, extasiado de los vapores místicos de las fronteras del conocimiento, e intoxicado con las mareas cósmicas de lo grandioso, olvidóse Sergio Meier de sus personajes y de sus asuntillos mundanos y banales, de sus aventuras individuales, de sus perspectivas psicológicas, y en resumen, de todo aquello que convierte a una novela en algo digno de ser leído, en aquello que identifica y mueve el corazón de los lectores, no tan solo de su cerebro. ¡Lamentable tragedia, y repetirlo hemos, lamentable tragedia, esto es! Porque no otra cosa es ver presurosa a la liebre, feliz saltando sobre predios y cercados, dejando atrás sin ver a la tortuga, incapaz de comprender que la mayor parte de la Humanidad, no otra cosa sino tortugas son. Catedralicia es la novela de Sergio Meier, sin duda, pero ser a una catedral semejante es no tan solo sinónimo de arquitectura monumental o prodigios de ingeniería al servicio del éxtasis místico, mas también de la piedra fría cortada y desbastada por el cantero, y de la gelidez de los espacios abiertos y vacíos entre las paredes. Y en suma, desaguando por el lado literario todo lo trabajosamente labrado en el campo filosófico, buen libro de ideas queda aquí, mas dificultoso y vacío en tanto obra en puridad literaria considerada.


ALIENTO…

…COSMOLÓGICO. 5 de 7. La cosmología descrita por Sergio Meier es bastante amplia y elaborada, aunque en algunos respectos chirríe un poco (¿arquitectura art-decó mezclada con teorías cuánticas mezcladas con “Perdidos en el espacio”? ¿Es en serio?).

…AVENTURERO. 3 de 7. Tratad de hacer un resumen del argumento del libro, y veréis que, por debajo de la estética y las ideas filosóficas, no hay argumento en lo absoluto. Por eso, no le podemos adjudicar más puntos que a una película de Michael Bay al uso.

…EXÓTICO. 3 de 7. Universos virtuales, realidades artificiales, universos dentro de universos… Está bien, si no es porque todo eso ya lo habíamos visto en Mátrix. El 3 es por la adición de elementos propios de la Filosofía del siglo XVIII, que le dan sabor propio.

…MAQUIAVÉLICO. 2 de 7. Admitámoslo, esto no es Dune, plagado de conspiraciones dentro de conspiraciones dentro de conspiraciones. Los personajes conspiradores parecen más pinturas contra un fresco de fondo, que personajes tridimensionales en el mundo.

…PASIONAL. 3 de 7. Le hubiéramos dado 1 de 7, pero la pasión demoníaca por el conocimiento que despliega el personaje de Isaac Newton, hace lo suyo por levantar la obra.

…TÉTRICO. 2 de 7. Si el momento más aterrador de toda la obra es enfrentarse a un villano que aparece como el Doctor Smith de “Perdidos en el espacio”, entonces no podemos decir que sea una historia de terror exactamente.

…FILOSÓFICO. 5 de 7. Es una buena adaptación de las ideas filosóficas de Leibnitz y Descartes, y de la filosofía de la Modernidad temprana en general.

PUNTAJE TOTAL: 47 PUNTOS EN LA ESCALA MAGNUS.

jueves, 3 de septiembre de 2009

Música Magna: "Sagrado Coração da Terra" de Marcus Viana.

En un continente anémico, quinientos años después, he aquí que con arrogancia y gallardía Marcus Viana su estandarte musical levanta, y henos que nos ofrece su asaz excelsa pieza musical, "Sagrado Coração da Terra".



En una banda sonora "Sagrado Coração da Terra", cual era la de la teleserie "Pantanal", emitida por Rede Manchete en Brasil, en el Año de Gracia de Nuestro Señor de 1990, siendo este tema, en abreviada versión, la que como apertura de la misma servía, capítulo a capítulo.

martes, 1 de septiembre de 2009

Textos Magnos: "Chu-Bu y Sheemish" de Lord Dunsany.


Los martes por la tarde era costumbre en el templo de Chu-bu que el sacerdote entrara y cantara: «Nadie existe salvo Chu-bu».

Y toda la gente se alegraba y gritaba: «Nadie existe salvo Chu-bu». Y ofrecían miel a Chu-bu, y maíz y manteca de cerdo. De esta manera era glorificado.

Chu-bu era un ídolo algo antiguo, como puede comprobarse por el color de la madera. Había sido esculpido en caoba y después pulimentado. Luego lo habían erigido sobre un pedestal de diorita con un brasero delante para quemar especias y dorados platos llanos para la manteca. De esta manera adoraban a Chu-bu.

Debía haber estado allí más de cien años, cuando un día los sacerdotes llegaron al templo con otro ídolo y lo erigieron sobre un pedestal cerca de Chu-bu, cantando: «También existe Sheemish».

Palpablemente Sheemish era un ídolo moderno, y aunque su madera había adquirido un tono rojo oscuro, podía uno figurarse que acababa de ser esculpido. Y ofrecieron miel a Sheemish lo mismo que a Chu-bu, y también maíz y manteca de cerdo.

La furia de Chu-bu no conoció límite de tiempo: estuvo furioso toda la noche y al día siguiente todavía lo estaba. La situación exigía inmediatos prodigios. Seguramente el ídolo no tenía potestad para devastar la ciudad con una peste que matara a todos sus sacerdotes, por lo que sabiamente concentró los poderes divinos que tenía a fin de originar un pequeño terremoto. «Así –pensaba Chu-bu– me reafirmaré como único dios, y los hombres escupirán sobre Sheemish».

Chu-bu insistió y volvió a insistir, mas el terremoto no llegaba todavía, cuando de pronto se dio cuenta de que el aborrecido Sheemish osaba tratar de hacer un milagro también. Dejó de ocuparse del terremoto y estuvo atento –¿o debería decir con todos los sentidos alerta?– a lo que Sheemish estaba pensando; pues los dioses se enteran de lo que pasa en la mente gracias a un sentido distinto a los otros cinco. Sheemish trataba también de provocar un terremoto.

El móvil del nuevo dios era probablemente hacer valer sus derechos. Dudo que Chu-bu comprendiera o se preocuparse lo más mínimo por ese motivo; para un ídolo inflamado de celos era suficiente que su detestable rival estuviera a punto de hacer un milagro. Todo el poder de Chu-bu viró inmediatamente en redondo, oponiéndose resueltamente al terremoto, por pequeño que éste fuera. Durante algún tiempo todo siguió igual en el templo de Chu-bu, sin que se produjera ningún terremoto.

Ser un dios y no poder realizar un milagro es una sensación desesperante; es como si un hombre decidiera estornudar y no le saliera el estornudo; como si alguien intentara nada provisto de pesadas botas o pretendiera recordar un nombre completamente olvidado: todos esos sufrimientos padecía Sheemish.

Y el martes llegaron los sacerdotes y los fieles, y todos adoraron a Chu-bu y le ofrecieron manteca de cerdo, diciendo: «Oh, Chu-bu, que has creado todo»; y luego los sacerdotes cantaron: «También existe Sheemish»; y Chu-bu se avergonzó y no habló en tres días.

En el templo de Chu-bu había pájaros sagrados, y al acercarse el tercer día y su noche, la mente de Chu-bu descubrió, por así decirlo, que había excrementos en la cabeza de Sheemish.

Chu-bu habló a Sheemish como hablan los dioses, sin mover los labios ni siquiera alterar el silencio, diciendo: «Hay excrementos en tu cabeza, oh, Sheemish». A lo largo de toda la noche murmuró una y otra vez: «Hay excrementos en la cabeza de Sheemish». Y cuando al amanecer se oyeron voces a lo lejos, Chu-bu se mostró exultante con el despertar de las cosas de la Tierra, y exclamó hasta que el sol estuvo alto: «Excrementos, hay excrementos en la cabeza de Sheemish»; y al mediodía dijo: «Por tanto Sheemish debe de ser dios». De esta manera dejó confundido a Sheemish.

Y el martes llegó alguien y lavó su cabeza con agua de rosas, y de nuevo fue adorado y le cantaron: «También existe Sheemish». Y Chu-bu todavía estaba contento, pues decía: «La cabeza de Sheemish ha sido profanada», y de nuevo: «Su cabeza fue profanada, eso está bien». Y he aquí que una tarde había también excrementos en la cabeza de Chu-bu, circunstancia de la que se apercibió Sheemish inmediatamente.

Con los dioses no ocurre como con los hombres. Nosotros nos enfadamos unos con otros y cambiamos continuamente de parecer, mas la ira de los dioses es perdurable. Chu-bu recordaba y Sheemish no olvidaba. Hablaron entre ellos como nosotros no solemos hacer, en silencio, pero oyéndose uno al otro, y sus puntos de vista no fueron como los nuestros. No deberíamos juzgarlos solamente mediante criterios humanos. A lo largo de toda la noche hablaron y en todo ese tiempo únicamente pronunciaron estas palabras: «Sucio Chu-bu», «Sucio Sheemish», «Sucio Chu-bu», «Sucio Sheemish», toda la noche. Al amanecer su ira no se había agotado, ni se habían hartado de acusarse mutuamente. Y, poco a poco, Chu-bu vino a darse cuenta de que no era más que el igual de Sheemish.

Todos los dioses son celosos; mas esta igualdad con el advenedizo Sheemish, un objeto de madera pintada cien años después que el propio Chu-bu, y la adoración a él prestada en el templo del mismo Chu-bu, eran particularmente amargas. Aunque fuera dios, Chu-bu era celoso; y cuando llegó de nuevo el martes, tercer día de la adoración a Sheemish, Chu-bu no pudo soportarlo más. Sentía que debía manifestar su enojo a toda costa, y con toda la vehemencia de su voluntad reanudó sus intentos de provocar un pequeño terremoto. Nada más irse del templo los adoradores, Chu-bu se concentró a fin de realizar el milagro; de vez en cuando sus meditaciones se veían alteradas por la ya familiar máxima «Sucio Chu-bu»; mas Chu-bu perseveraba ferozmente, sin dejar de decir lo que quería decir y ya había dicho novecientas ves, y pronto cesaron todas estas interrupciones.

Cesaron porque Sheemish había retomado un proyecto que nunca había abandonado del todo: el deseo de exaltarse e imponerse a Chu-bu, realizando un milagro; y, como estaban en una zona volcánica, había elegido un pequeño terremoto como milagro más fácilmente asequible a un dios pequeño.

Ahora bien, un milagro solicitado a la vez por dos dioses tiene el doble de probabilidad de cumplirse que si es deseado por uno solo, y una posibilidad incalculablemente mayor que cuando dos dioses tiran cada uno por su lado; como ocurre en el caso de dioses más antiguos y más importantes: cuando el sol y la luna apuntan a la misma dirección tenemos las mayores mareas.

Chu-bu nada sabía de la teoría de las mareas, y estaba demasiado ocupado con su milagro para darse cuenta de lo que Sheemish estaba haciendo. Y súbitamente se consumó el milagro.

Fue un terremoto muy localizado, pues existen otros dioses además de Chu-bu o incluso Sheemish, y éstos habían querido que fuera pequeño; mas derribó algunos monolitos de una columnata que soportaba un ala del templo e hizo caer todo un muro del mismo; y las humildes casuchas de los habitantes de aquella ciudad temblaron un poco, y algunas puertas se bloquearon y no podían abrirse. Ni Chu-bu ni Sheemish pretendían hacer nada más; mas habían puesto en marcha una vieja ley más antigua que el propio Chu-bu: la ley de la gravedad, que aquella columnata había aplacado durante centenares de años; y el templo de Chu-bu se estremeció, luego se tambaleó una vez y finalmente se derrumbó sobre las cabezas de Chu-bu y Sheemish.

Nadie lo reconstruyó, pues nadie osaba acercarse a dioses tan terribles. Algunos dijeron que Chu-bu hizo el milagro; otros dijeron que fue Sheemish; y se originó un cisma. Los más débiles, alarmados por el encono de las sectas rivales, buscaron un término medio y dijeron que ambos lo habían realizado; mas ninguno de ellos adivinó la verdad: que lo hicieron por rivalidad.

Y un rumor surgió, y ambas sectas lo compartieron: que quien tocase a Chu-bu o mirase a Sheemish, moriría.

Así fue como adquirí a Chu-bu cuando una vez realicé un viaje más allá de las colinas de Ting. Lo encontré en el derrumbado templo de Chu-bu: sus manos y dedos de los pies sobresalían de los escombros, y estaba tendido boca arriba. Y en esa misma postura en que lo encontré lo he mantenido hasta la fecha sobre la repisa de la chimenea; de esa manera está menos expuesto a ser derribado. Sheemish estaba roto, de manera que lo dejé donde estaba.

Y Chu-bu parece tan desvalido, con sus regordetas manos alzadas, que, a veces, me entran ganas de inclinarme ante él y rezarle, diciendo: «Oh, Chu-bu, tú que lo has creado todo, socorre a tu siervo».

Chu-bu no puede hacer mucho, aunque estoy seguro de que en cierta ocasión en una partida de bridge me envió un as de triunfos, después de que en toda la velada no había tenido una sola carta que mereciera la pena. La suerte podía haber hecho por mi otro tanto, mas eso no se lo conté a Chu-bu.
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