viernes, 3 de julio de 2009

Howard Phillips Lovecraft.


¡Horripilante, horripilante en verdad es conocer la realidad de las cosas! Porque por debajo de vuestro mundo de sueños e ilusiones, yacen nuevas e inexploradas dimensiones de caos y horror, universos en los cuales nada de lo humano tiene sentido o validez, en que enormes criaturas de titánicos poderes se mueven como sombras contra el muro de la noche, invisibles ante los ojos humanos. ¡Felices nosotros en nuestra ignorancia, que a salvo estamos de ser destruidos por aquellos para quienes tan insignificantes somos, como en su hormiguero las hormigas para nosotros!


Develáronse estos universos visceralmente a través del siglo XIX, entre quienes, a la luz de sus velas y de sus textos malditos, odiaban a quienes, pregonándose como guardianes de la luz y de la razón, dueños del universo creyéronse, cual portaantorchas de una Nueva Edad. ¡Vana ilusión aquésta! Porque, contra el Racionalismo que hubo de regir a las revoluciones del siglo XVIII, y a su hijo bastardo el Positivismo, que hubo la mentalidad del diecinueve construir, aquellos quienes sabían sobre la fragilidad del conocimiento humano en las tinieblas góticas se manejaban, moviéndose furtivamente, coleccionando todo aquello que la paranoia de comienzos del siglo XX estaba por descubrir. ¡Ahí estuvo, antes de que Sigmund Freud descubriera el inconsciente, los deliciosos mundos oníricos de Lord Dunsany, y antes de que los horrores del alma humana quedaran al descubierto por la desfiguración de la Primera Guerra Mundial, el espanto de los mitos preternaturales de Arthur Machen! Mas, entre todos aquellos quienes enloquecían en medio de las tinieblas del sueño de la razón, lúcido entre la tierra de aquellos locos, un nombre escrito con letras de horror en la historia, hubo de imponerse. ¡Lovecraft, Howard Phillips Lovecraft, llevad con él, el horror más absoluto, portadlo e incendiad la Tierra!


Nasciturus fue Lovecraft en 1890, y a Providence, en Nueva Inglaterra, tal fue su lugar. Hijo solitario de aristocrática familia a quienes los vuelcos de la fortuna arrastrádoles habían hasta una más precaria situación dentro del gran crisol de razas americano, crióse con la convicción de sangre especial poseer, verdadera y británica sangre, y un sentimiento de puritanismo frente al horror de la mezcla. De ahí el neurótico aferrarse de Lovecraft a nuestra corteza consciente, a nuestro orden y a nuestra vida, y de ahí el plasmar con grande lienzo su espanto hacia el caos, hacia la destrucción de nuestra sociedad, hacia el abismo. Inocentes no han sido los niños nunca, mas en Howard Phillips Lovecraft, al lado de una vetusta biblioteca educado, combinábanse la formación cultural y el lúdico afán de la niñez, para producir en su persona a un sacrificador, inocente es cierto, pero oficiante de antiguos y paganos ritos al fin: así encontrámosle invocando a Diana o a Apolo, a las deidades antiguas, a aquellos mitos ya nunca adorados, pero que quizás sean la máscara de dioses antiguos y ocultos, numinosos en la naturaleza, oprimidos por la sombra de la superchería de los cristianos. ¡Vano intento el de ellos, encontrar consuelo ante los avatares de la existencia en la figura del Crucificado! ¡Vano intento frente a una naturaleza omnipotente y avasalladora, a aquellos viejísimos mundos anteriores al hombre, que yacían sepultados en las grutas del Cosmos, y que polvorientos de Astronomía de enseñarle encargábanse! Solitario en su horror, crecía el joven Lovecraft, culto, erudito, anticuado, mirando con afectación hacia el pasado gótico, mas enterándose bien de las novedades que venían de Europa. Novedades que amenazaban con destruir todo el orden universal desde afuera, con la Teoría de la Relatividad de Einstein destruyendo todas nuestras certezas del espacio y el tiempo absolutos, y todo el orden universal desde adentro, con el psicoanálisis de Sigmund Freud aniquilando toda esperanza de que en la bestia humana hubiera en verdad el germen de algo superior – acaso de un alma. ¡Cruel época, la de destrucción de certezas que inconmovibles antojábanse, la que en suerte le tocó vivir a Lovecraft…!


Joven y angustiado ante las inseguridades del mundo, creció el joven Lovecraft como hombre de gran cultura, en su Providence encerrado, con su trabajo para las revistas pulp de la época apenas sobreviviendo. Abrióse paso hasta “Weird Tales”, revista ésta que a la publicación de relatos de terror dedicábase, con sus peculiares cuentos. Hablábanse en ellos de mundos de caos y terror, en que horribles poderes venidos de más allá del espacio y del tiempo, y sobre los que los seres humanos carecían por completo de noticias, encontrados eran por hombre que buscaban la sabiduría y el conocimiento prohibidos, creyéndose neciamente en capacidad para arrostrar tales fuerzas, y conducidos por tanto de manera irremisible a la locura, y aún a su propia destrucción. Tratábanse estos cuentos de viejas historias de fantasmas, a la manera de los relatos de horror gótico del siglo XVIII escritos, pero en donde ya no se trataba de espectros ni de aparecidos, sino de extraterrestres y seres emergidos del fango primordial que impensados caminos de retorcida evolución habían seguido, y el conocimiento de los cuales superaba a toda posible ciencia racional y aún a la capacidad de pensar del ser humano, para ser abordados, y eso sólo con suerte, a través de ritos y cultos desde antiguo prohibidos, por el bien y seguridad de la raza humana. Eran, por tanto, no relatos de horror, mas de ciencia ficción embrionaria, ya que hablábanse en ellos no de magia sino de ciencia, no de infiernos y paraísos sino de dimensiones paralelas, no de dioses caprichosos y crueles sino de leyes naturales por muy incomprensibles que éstas fueran para el ser humano, y por tanto todo ello podía ser explicado racionalmente, si es que hubiera racionalidad humana capaz de comprender secretos tan monstruosos sin acabar devorado por el pánico y la demencia.


Sueños solitarios de un alma angustiada al principio, congregáronse en su torno, siempre a través de las páginas de “Weird Tales”, un grupo fiel de corresponsales, comunes con Lovecraft sus angustias y pesares, demasiado incomprensible y aún terrorífico para la generalidad de las concepciones de su tiempo, mas bien claro en la expresión de los horrores de su tiempo para ese grupito de adelantados. Encontrábanse entre ellos Frank Belknap Long el materialista interesado en los aspectos técnicos, y Robert Bloch el entusiasta de la sangre y el espanto, y Robert Howard el recreador de las civilizaciones primigenias, y August Derleth el exegeta y delineador de cosmologías, y Clark Ashton Smith el soñador de universos de sueño y pesadilla. Cada uno con sus personalidades y perfiles, cada uno como contribuyentes de un todo, entre todos erigieron el marmóreo edificio de los Mitos de Cthulhu, y en ellos detállanse los detalles de las luchas entre seres extraterrestres tan poderosos, que no otro nombre sino el de dioses cabe aplicárseles.


Poco es lo que se puede afirmar con certeza de los Mitos de Cthulhu. Siendo conocimiento prohibido, y enloqueciendo o aún destruyendo dicho conocimiento a quien lo posee, muy poco informativos por fuerza los relatos a él referidos y en él inscritos han de ser. Mas, algunas constantes son posibles de rescatar. Más prominentes que cualquier otro, los primigenios son la principal amenaza contra la Humanidad de la Tierra, mas ellos ningún interés en aniquilarla tienen, no siendo los humanos una amenaza contra su raza, ni pudiendo ellos obtener provecho de éstos que valga la pena su aniquilación. De todos ellos, más conocido que ninguno es Cthulhu, de quién el ciclo entero su nombre ha obtenido, mas siendo éste en realidad una criatura secundaria ante entes incluso más poderosos. Habitada fue la Tierra, por su parte, en otro tiempo, por unas extrañas criaturas cónicas que poderosa civilización hubieron de desarrollar, en los períodos primigenios de la Geología terrestre, cuando aún no se desarrollaba el cerebro humano y nuestros antepasados reptilianos contemplaban al mundo tras los ojos de la bestia; en tales ámbitos floreció la Gran Raza de Yith, quien, por motivos no bien entendidos, emigrar hubo hacia el futuro, hacia una fecha posterior a la extinción de la Humanidad. Y ni aún en nuestro tiempo presente, que por gracia de inexplicables e inexpresables equilibrios cósmicos a la Humanidad se ha concedido, ésta puede jactarse de gobernar todo el planeta, porque en íntima conexión con los primigenios, mas desconociéndose la naturaleza exacta de su lazo, están los profundos, criaturas terroríficas de los abismos marinos, más su séquito de adoradores que alguna vez fueron humanos, pero que a su servicio se han consagrado. Más allá encuéntrense los Dioses Arquetípicos, cuyo rango claramente nunca se ha delineado, si bien parecieran ser guardianes de la benevolencia hacia la Humanidad; sintomático resulta que Lovecraft, materialista y desesperanzado, no tocara a los Dioses Arquetípicos sino de refilón, y tales criaturas por August Derleth, de formación no agnóstica sino cristiana, hayan sido más desarrolladas. Fuente primordial de conocimiento sobre tales materias, son los libros prohibidos, fungiendo como el más importante de todos, el ominoso y maldito “Necronomicón”, escrito por el Arabe Loco, Abdul Alhazred, de quien poco en nuestros días se sabe, proscrito su nombre de entre la memoria de la Humanidad, para bien y salvación de la misma.


Mas, todos estos relatos más allá de su grupo fundador no salieron, y publicados que fueron en “Weird Tales” la mayoría de ellos, poco ruido hicieron más allá de su ámbito natural, cual era las revistas pulp de su época. Solitario, misántropo, accesible sólo a través de la correspondencia, vivió Howard Phillips Lovecraft hasta frisar los 47, época en la que atacóle un furioso cáncer, devorándole por completo en el solitario lecho de enfermo de un hospital, descansando así por fin en paz de sus angustias y pesares por la existencia. Hízose cargo como relevo Augusth Derleth, quien materialista no era, sino cristiano en sus concepciones, y grandes cambios introdujo en los Mitos de Cthulhu. Mas, también, fundando con Donald Wondrei la editorial Arkhan Asylum, por primera vez dióse en compilar lo que hasta el momento eran desechables historias de terror, en libros que subterráneamente comenzaron a circular, e infectaron con sus espantos insondables a las nuevas generaciones, quienes, más habituadas ahora a las ideas que otrora fueran de avanzada, más receptivas fueron ante los mitos. Aunque degenerando después de que uno a uno los miembros del grupo original fueran partiendo de los Mitos de Cthulhu, mantuviéronse vital por cerca de veinte años después de la muerte de su fundador. De esta manera propágase el conocimiento maldito por la Humanidad, y ya puede ésta irse aterrando por los mundos de caos y horror que develado nos ha, el maestro de Providence.


ALIENTO…

…COSMOLÓGICO. 6 de 7. Y le daríamos el 7 de 7, de no ser porque por su propia naturaleza agnóstica y antirracionalista, es imposible hacer una exégesis a fondo de los Mitos de Cthulhu sin traicionar su esencia.

…AVENTURERO. 2 de 7. Generalmente, las grandes aventuras de los Mitos de Cthulhu pasan por investigar libros, entrevistarse con locos o ir a poblachos rurales o semiabandonados, para encontrarse con fuerzas contra las cuales no hay nada heroico que hacer. No demasiado por ese lado.

…EXÓTICO. 4 de 7. Por alguna razón, a pesar de que los Mitos de Cthulhu podrían ambientarse en todas las regiones del espacio y del tiempo, buena parte de los relatos se ambientan en el Providence de Lovecraft o sus inmediaciones, lo que puede resultar algo monótono.

…MAQUIAVÉLICO. 0 de 7. ¿Qué intriga se puede urdir o tramar, contra poderes tan aplastantes que si te ven, te pueden borrar sin apenas moverse de su escritorio?

…PASIONAL. 4 de 7. Si el terror es una pasión, debemos convenir en que lo logra. A veces, porque por su esquema (investigador va tras misterio, investigador encuentra criatura sobrenatural, investigador corre por pies o muere), el asunto pasional se pierde por repetitivo.

…TÉTRICO. 7 de 7. Pocos ciclos míticos te hacen sentir tan aplastado como una miserable hormiga, como los Mitos de Cthulhu. Si fueran criaturas malignas, al menos podrías contender con ellas siendo “el Bien”, pero si están más allá del bien y el mal…

…FILOSÓFICO. 5 de 7. Debe ser uno de los pocos ciclos míticos fantásticos del siglo XX que hace profesión crasa de agnosticismo, y además lo hace muy bien.

TOTAL: 57 PUNTOS EN LA ESCALA MAGNUS.

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